Especies frutales autóctonas, conocidas comúnmente como cubarro, pajuia, merecure, cemeruca y anón silvestre, entre otras, se podrían aprovechar integralmente y convertirse en una fuente de ingreso económico sustentable para la población regional.
Muestras de productos como yogures, postres y jaleas, que cumplen con las características para ser competitivos en el mercado, fueron presentados en la Universidad Nacional de Colombia (U.N.) Sede Orinoquia con el propósito de mostrar el potencial de estas frutas.
Según el ingeniero industrial Andrey Sarmiento, quien ingresó a la U.N. a través del Programa Especial de Admisión y Movilidad Académica Peama-Orinoquia y es egresado de la U.N. Sede Palmira, estas prácticas se convierten en grandes oportunidades para los pasantes, ya que esta región presenta un alto potencial que aún no ha sido explotado por la agroindustria en Colombia.
En tal sentido, considera que en esta zona hay inmensas posibilidades de investigar, descubrir, generar conocimiento y crear mercados transformados de la mano con la comunidad que habita este territorio.
Transferir el conocimiento a la comunidad, que cuenta con la materia prima en sus tierras pero que no sabe cómo procesarla, es uno de los grandes retos que tienen los estudiantes y profesionales del Peama. De ahí que entre los estudios que se adelantan en la U.N. Sede Orinoquia se encuentran los relacionados con los frutales autóctonos de la región, que además son producidos en la Granja Experimental El Cairo de la Institución.
En un trabajo conjunto con el ingeniero de alimentos Gabriel Alberto Guzmán Cáceres –candidato a doctor en Ciencias y Tecnología de Alimentos de la Universidad Central de Venezuela–, el ingeniero Sarmiento está realizando la determinación taxonómica y la caracterización físico-química de los frutos de las distintas especies vegetales locales para generar alternativas de aprovechamiento agroindustrial.
Se trata de un ejercicio académico dirigido por la doctora en Química Geovanna Tafurt García, de la U.N. Sede Orinoquia, y el ingeniero industrial Óscar Suárez, con la colaboración de la profesora María Soledad Hernández, del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA) de la U.N. Sede Bogotá.