El voto es el arma del pueblo en toda democracia. Votar es fácil. Lo difícil es saber elegir al mejor, es decir, a un gobernante capaz, honesto y confiable.
Aquí está el misterio de la política colombiana y de estos países latinoamericanos, pues el pueblo, en su gran mayoría, no sabe cómo funciona el Estado y su cultura política es casi nula.
Ahora bien, el ejercicio político de votar es aún más complejo cuando se enfrentan dos candidatos de partidos extremos, como es el caso actual de Chile. Por un lado, José Antonio Kast, que sigue la línea de Bolsonaro de Brasil, un abogado representante de la derecha que propone: sistema privado de pensiones, eliminar varios ministerios, la clausura del Instituto Nacional de Derechos Humanos. Por el otro lado, el candidato de la izquierda, Gabriel Boric que propone: descentralización, enfrentar la crisis climática, trabajo digno, reforma a la salud, pensiones, educación y tributaria.
Para el caso colombiano, tenemos algo muy parecido. Una extrema derecha que ya va alineando sus caballos (Zuluaga, Federico Gutierrez, y otros), frente al candidato de la izquierda, Gustavo Petro. El primero, dice que lo que está en riesgo es la democracia. El país necesita crecimiento económico y generación de empleo.
Por su parte, Gustavo Petro, candidato de la izquierda, dice: la primera decisión de su gobierno es el cese la contratación de exploración de petróleo, subir los impuestos a las importaciones de cuatro ramas agrarias industriales para defender la economía nacional y generar millones de puestos de trabajo, producción agraria de alimentos, confecciones, textiles y los cueros.
¿Cuál de estos dos extremos dice la verdad? ¿Cómo explicarle estos programas al pueblo que anda en las calles en la Plaza de Bolívar de Barranquilla, en el Mercado de Bazurto de Cartagena, en El Hueco en Medellín o en la Galería Alameda de Cali? No se trata de dictar seminarios en las universidades. Hay que llegar a ese pueblo de camiseta sudada que huele a pueblo pobre.
El camino es la ilustración al pueblo, todo el tiempo, permanentemente, a través de escuelas de gobiernos, en barrios y veredas, para abrirles bien los ojos y estén preparados para tomar una decisión más acertada y no caer en tentaciones populistas (derecha o izquierda). Entonces, ¡ La clave es elegir bien, no vender el voto!
Por: Francisco Cuello Duarte