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Un nuevo amanecer, una vez más el sol brilla y saluda con sus rayos y su luz al mundo entero, todos se levantan a estudiar, a trabajar a realizar sus quehaceres. Don Misael también, pero en él hay una diferencia: don Misael Rojas es un adulto Mayor de 87 años y todavía se levanta a trabajar como cualquier muchacho, no tiene mucho apoyo y no pide nada, solo una cosa: que el estado se haga cargo de él porque sus fuerzas se agotan.
Para don Misael, lo más importante es poder trabajar para tener sus cosas porque es una persona que a pesar de los años no saca fiado, él compra todo lo que necesita, trabaja medio día porque no se siente con fuerzas de trabajar un día entero, aunque a veces se excede y trabaja todo el día. Es entendible, su trabajo lo obliga a estar de pie o caminando todo el tiempo. No tiene tiempo ni genio para hacer pausas activas, pero Dios le ha dado una salud que le permite volver a su casa con lo necesario para sobrevivir un día más sin pedir nada a nadie. Vive con su esposa, ni siquiera le dice “vieja” como le diría cualquier esposo de manera cariñosa a su mujer; para él es “su esposa” con quien estará siempre y la encargada de echarle tierra, como el mismo dice. Asume que partirá primero y espera con paciencia y tesón ese día.
No se queja, su mirada profunda y sagaz lo hace un hombre observador, no es fácil engañarlo, es muy astuto y aunque su caminar ya es un poco lerdo, permanece atento a lo que pasa a su alrededor, no escucha bien, pero lee perfectamente los labios y sabe comprender las intenciones en las personas, es precavido y cauteloso. Su hablar pausado es sinónimo de sabiduría, la tiene de sobra. Sabe hablar y es conversador. Lo hace feliz poder trabajar y tiene energía de sobra para negociar sus productos.
Sus productos muchas veces no son bien recibidos en el público y aunque en muchas ocasiones están llegando al punto máximo de madurez, sabe hacer paquetes promocionales para vender y evitar que se pierdan. Lo triste es saber que a pesar del esfuerzo que hace a diario, muchas personas lo desprecian, prefieren ir hasta Yopal a comprar frutas como la papaya o piña en almacenes de cadena con la promesa de un centavo menos en su precio. Los productos de don Misael son primera calidad, nada que envidiar a otros en puntos fijos o plazas de mercado. Don Misael con sus 87 años reconoce que algunas personas no pueden ver el esfuerzo que hace para mantenerse en pie y caminar todo el pueblo en medio día para llegar donde su esposa como un buen proveedor, todo un caballero como le enseñaron de niño. Es malgeniado, pero ¿quién no lo es? Y lo que le provoca el mal genio a menudo es el sentimiento de frustración ante muchas situaciones. Don Misael como muchos, sale día a día a ganar el pan con el sudor de la frente. Jovial, conversador, amable, caballero y buen vendedor. Sobre servicio al cliente, él sabe perfectamente las técnicas de venta para lograr que el cliente se vaya satisfecho. Don Misael ama lo que hace y e so es lo que más importa.
Mañana será otro día y cuando el sol con su luz y calor salude al mundo, ya don Misael estará de pie alistando su carreta vendiendo papayas, piñas y plátanos, hasta el día que Dios le permita abrir los ojos y su cuerpo aguante el recorrido por un pueblo que, con indiferencia muchas veces ignora la historia de amor, trabajo y tesón que hay tras cada paso lento pero firme de don Misael.
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