Reflexiones sobre campo y ciudad.
Lo que hoy reconocemos como el territorio de Casanare con 44 mil km2 de extensión, atiende su delimitación a recientes asuntos que caracterizaron su territorio con una especial heterogeneidad convirtiéndose hoy en uno de los más valiosos atributos conforme a las características de otros departamentos al contar con una variedad de pisos térmicos, que le genera todo tipo de oportunidades para la productividad, la sostenibilidad, sustentabilidad y la consolidación de ecosistemas ricos en biodiversidad y con particularidades de accesibilidad y vinculación a la generación de productos turísticos, de investigación y desarrollo productivo del territorio.
La primera referencia histórica que se aproxima al territorio de Casanare al incursionar por el río Meta la hace el Padre Jose Gumilla en su texto ORINOCO ILUSTRADO de 1756 cuando refiere a que algunas semillas de café traídas por exploradores del periodo colonial ya se habían acondicionado al territorio de piedemonte. Fueron objeto de colonización e interés en el territorio las vertientes de aguas salitrosas o quebradas salitres como se conocen popularmente. Se ha podido establecer que este es uno de los motivos iniciales de la conformación de antiguos núcleos o pueblos que llevo comunidades nómadas al establecimiento de poblados en lugar en el área de piedemonte entorno a las fuentes de aguas salitrosas que atraían diferentes animales convirtiéndose en nichos de caza y explotación de aguas salitrosas o a partir de las cuales se obtenía el valioso mineral de la sal reconocido y ambicionado por diferentes conquistadores que se aventaron en la región. Fueron estas explotaciones motivo de la consolidación de las rutas de colonizadores que en un comienzo negociaran con los indígenas paro que posteriormente sometieron con la cruz y con la espada y los convirtieron en sirvientes y esclavos de tales concesiones.
Chámeza, Recetor, Sácama y la Salina principalmente fueron estos atractivos territorios que llamaron a los colonizadores y que fueron el apoyo para la alimentación de ganados y comunidades de la época.
Los españoles apreciaban este mineral tanto como el oro y de estas relaciones territoriales se reconoce en la época asentamientos de gran importancia por su jurisdicción como Chita, como cabecera del territorio de explotación salinera de los territorios de hoy de Sacáma y de la Salina y la desaparecida San Miguel de Zapatosa como cabecera de adjudicación de la concesión de explotación de las salinas de Chámeza y Recetor.
Lógicamente estos conglomerados campamento se convirtieron en poblados que para mediados del siglo XX se convirtieron en atractivos asentamientos a los que rondaron grupos insurgentes que se hicieron históricamente a participaciones por transito de la sal donde ganaderos de la región empezaron a “pagar” y sostener una relativa seguridad por el transito del valioso mineral a lomo de mula y con precarios medios motorizado por difíciles trochas solamente transitables en la época de verano.
Gran parte del planeamiento militar de defensa y dominio de los territorios del oriente Colombiano hoy departamentos de Casanare y Arauca por parte de los españoles , encomenderos y batallones del siglo XVIII (1.700 a 1.800) se basó en los caminos de los “transportadores de sal” convertidos también en caminos ganaderos, los que también fueron rutas para el tránsito de los próceres de la independencia y ascenso del ejercito libertador ya para 1.819.
Este es parte de uno de los variados temas que ha constituido nuestro territorio y que devuelve con su rescate un valioso aporte al atractivo del territorio que aun subsiste y que curiosamente corresponden a un conjunto de 4 municipios que pareciera se hubieren quedado en el olvido del tiempo, se estacionaron y hoy por diferentes eventos ocupan un particular lugar entre los 19 municipios del Departamento.
La “RUTA DE LA SAL” efectivamente como se reconoció en la época y hoy se retoma como un propósito y recorrido de carácter turístico que esta por consolidar “productos” específicos (hostales, hoteles, restaurantes, balnearios de aguas termales, paraderos, etc) que le permitan a los viajeros llegar, estar, admirar, lo que corresponde a los territorios ancestrales cargados de gran historia que esta por reconocerse y ponerse en la lista de los investigadores locales que rescaten y motiven la inversión institucional pertinente y le faciliten al sector privado la generación de servicios turísticos. Tenemos las universidades una beta de explotación para investigadores sobre estos asuntos sociales y del territorio que acentuarían nuestro afecto por estas tierras.
Arq. Ferney Barreto.