
Recientemente la Revista Semana publicó una encuesta realizada por el Centro Nacional de Consultoría sobre la intención del voto para las próximas elecciones presidenciales de mayo de 2022.
Arrojando el sorprendente resultado del 19.7% para Gustavo Petro sobre el 5.8% de Sergio Fajardo, en segundo lugar, y de ahí para abajo el resto de candidatos. Así las cosas, si las elecciones presidenciales fueran el próximo domingo, el ganador absoluto sería Petro.
Sin embargo, todavía faltan 7 meses para la primera vuelta y el mundo está lleno de sorpresas (Sorpresas te da la vida, como dice la canción de Rubén Blades), y la política es dinámica, como sucedió en las elecciones de 2002, cuando el candidato liberal Horacio Serpa estaba por encima en las encuestas de Noemí Sanin, Juan Camilo Restrepo, y muy lejos, Alvaro Uribe. Era el gobierno de Patrana con su proceso de paz y los diálogos de sordos con la guerrilla de las FARC.
Hoy tenemos un escenario peor, con una corrupción imparable, como si el barco se estuviera hundiendo, con unos Partidos políticos, partidos, sin liderazgo y sin candidatos que llenen las expectativas de un pueblo “mamado” de tanto abuso de poder.
Un Congreso de la República legislando a espaldas del pueblo como si estuviera en otro planeta y unos entes de control descontrolados, con una justicia politizada y momificada frente a la delincuencia especializada y disparada.
Al final de la contienda vemos un escenario político agresivo y peligroso, bien definido, sin término medio: la izquierda en cabeza de Petro y la derecha con un candidato fabricado para esa pelea (María Fernanda Cabal, Federico Gutierrez, Zuluaga transformado y recargado, un Vargas Lleras vestido de monja o un Hitler salvador del mundo), personaje fabricado por expertos del marketing político.
La balanza se va inclinando hacia la izquierda en la medida que suban los errores del gobierno, frente a la debilidad de un candidato de derecha que no haga planteamientos serios sobre los problemas que afectan actualmente al pueblo: corrupción diabólica en los dineros públicos, desempleo e inseguridad por todos lados y funcionarios pobres con chequeras de Pandora.
Si la derecha no fabrica un candidato o candidata fuerte, que dé la pelea a la izquierda, con coraje y propuestas convincentes, y que emocione al elector, Petro se lleva la corona. ¿Una corona de espinas sin mayoría en el Congreso de la República?
Por: Francisco Cuello Duarte