
Rechazo de plano el vandalismo y la violencia, conductas que no podemos justificar ni romantizar, viniere de donde viniere. Así llamaron nuestros padres , abuelos y bisabuelos a la época posterior al 9 de abril de 1948, “La Violencia”. Basta mirar fotos de antes de ese suceso, las que coincidencialmente se están compartiendo por internet, para entender la magnitud de la gravedad de la situación . Era una Bogotá con unas pocas hermosas construcciones republicanas, las que diríamos hoy fueron vandalizadas, el sistema de tranvía -el tras milenio- de entonces igual. La hoguera consumió muchas de esas construcciones del centro de nuestra capital, era un pequeño Buenos Aires del que solo quedan esas fotografías y a reconstruir, con los impuestos de todos, los que unos pocos habían quemado. Fue el bogotazo.
La policía insuficiente, la ciudad se llenó de francotiradores, desde una vereda de Boavita en Boyacá, se reclutaron los primeros paramilitares, los “Chulavitas”, los que no vinieron de allí los llamaban “La chusma”, con su terror se reestableció el orden público , pero fue el inicio de la guerra civil, que los acuerdos de paz con las farc-ep pretenden superar ante la realidad de que las guerrillas armadas, jamás podrían llegar al poder, ni la fuerza pública podía derrotarlas. Menos ahora que sus reductos han mutado a ser bacriem bandas criminales emergentes, que las sostiene el único negocio, que da empleo a muchos jóvenes urbanos y rurales desocupados, a muchos campesinos sin tierra, sin cultivos de rentabilidad aceptable, el narcotráfico y de donde muchos oficiales están en su nómina.
Por encima de las órdenes del general a cargo y del comandante en jefe , está el general descontento, pasamos de ser un narco democracia, a estar sometidos a una “clepto democracia”. La norma ahora es: robar donde se pueda, como se pueda, roban los ministros, gobernadores , alcaldes, congresistas, corporados, gerentes , jueces, militares , policías, funcionarios de medio pelo y contratistas . La moral y ética de la clase media , lucha contra sus propios demonios, la que se debate entre el deber ser de la educación como única forma válida de lucha contra la pobreza, y la imposibilidad de acceder a la superior. La que cree en el trabajo diario y esforzado para conseguir metas, pero en la realidad le clavan otros impuestos y pensionarse casi es imposible. La que cree en el mérito para ocupar cargos públicos y la situación del clientelismo electoral , que diariamente se practica, y la pedidera de lo que todos sabemos si son mujeres. A la que se piden nuevos sacrificios, mientras la élite no renuncia a ningún privilegio y vive saltándose toda moral. Rodrigo D No futuro, es cualquiera de nuestros hijos.
¿Qué hacer? Una vez procastinada la reforma tributaria y a la salud; nos toca impulsar la única reforma que sí debe ser aprobada de modo inmediato. La reforma de donde se hacen las leyes, de los que llegan allí y de los que participan para elegirlos allá. Me refiero a la reforma del Congreso. Invito a los jóvenes de Yopal, de Colombia, a impulsarla mediante referendo, porque por cuenta propia, los congresistas, no se harían el harakiri. Para que la mayoría de edad, empiece a los 17 años, porque es la regla para que un chico se gradúe de bachiller. Para que el voto sea obligatorio, y así no andémos echándonos culpas, porque se podrán comprar a muchos, pero no a todos. Para que cada departamento tenga por derecho propio dos senadores, porque uno sería una deidad entre nosotros, retrocediendo a la antigüedad, más las circunscripciones especiales, más los representantes a la cámara y lo demás a recortarse . Que sus sueldos, se incrementen igual, que para los demás. Que las consultas de los partidos se conviertan en primarias, sean el mismo día y con voto preferente. Y solo tres periodos por corporación, en las demás entidades públicas la reelección debe proscribirse.
Jóvenes, organícense, que muchos estamos dispuestos a ayudar para que dejemos atrás a Polombia, a Locombia, para que sea la Colombia, que todos soñamos. Esta reforma sí debe aprobarse.
MIGUEL ALFONSO PÉREZ FIGUEREDO