Todo cargo público o privado exige de un perfil profesional o de conocimientos básicos, pero también de actitud.
Y, con mayor, cuando se trate de un aspirante a un cargo de elección popular para no montar un proyecto sin ninguna opción de triunfo. En efecto, lo importante y estratégico es que el candidato o candidata tenga un porte de una persona exitosa, tanto en su postura corporal, como en su lenguaje y emociones.
Nada de hombros encogidos, ni de rostro arrugado con cara de palo; su caminar debe ser altivo, que refleje un buen estado de ánimo, pues esa condición irradia energía positiva que contagia al entorno.
Otro de los aspectos que requiere un candidato para ser viable su proyecto político es tener las siguientes cualidades: liderazgo, credibilidad, humildad, servicio, creatividad, coraje, perseverancia, saber escuchar, orador, carisma, buen humor y optimismo.
A lo anterior, hay que agregarle una buena sonrisa. Como dice la tradicional revista “Selecciones”, la risa no sólo es un remedio infalible, pues incide positivamente en la salud de la persona, aumenta los niveles de adrenalina, reduce la hormona que produce el estrés y estimula el flujo de sangre que impacta el sistema de defensa del organismo.
Contrario efecto ocurre en una persona amargada, que no se ríe, seguramente que va a tener problemas de salud y también en la política. Un candidato risueño tiene la disposición más fácil de generar contacto con las demás personas y así poder entablar un diálogo más productivo que otro candidato de “cara dura”.
El buen humor importa como estrategia de comunicación política. Hay que sonreír con naturalidad, pues la risa postiza es un engaño al elector. Y esa risa, si tiene una buena dentadura, el beneficio es doble. Un diseño de sonrisa es una buena inversión en toda campaña electoral.
Por último, a este portafolio de cualidades que debe tener todo candidato o candidata debemos sumarle otro, también importantísimo, como es la “pinta” (apariencia, presencia, porte, estampa) de la persona. Entre mejor “pinta” tenga, más puertas abre, más contacto tiene y más posibilidades de conquistar el voto del elector.
En política, a los feos les va mal; el costo de su campaña se incrementa pues el voto es emocional. Y con mayor razón cuando, además de feo, el personaje es antipático o arrogante, pues para ganar debe comprar todos sus votos.
Por: Francisco Cuello Duarte