Una visita presidencial generalmente debería traer cosas buenas a las regiones, no así la visita, ya confirmada, de Juan Manuel Santos a Orocúe el próximo miércoles, en donde se firmará la controversial ley ZIDRES.
Es como si el presidente quisiera restregar en la cara de los casanareños el despojo de tierras que conlleva la implementación de la ley ZIDRES, y peor aún regodearse con los rostros de incapacidad y frustración de los finqueros criollos, quienes por años han labrado las tierras del llano, desde los días en que estas, las tierras planas eran indomables. Y entonces cabe preguntarnos «¿Qué pasó con los llaneros de pata al suelo? ¿Los domadores de bestias salvajes? Esos que llenan los libros de historia y los relatos ancestrales de las gestas libertadoras ¿Dónde quedaron?
Tres grandes batallas se han librado por la defensa de las riquezas del llano, el estado en su política centralista nos arrebató las regalías, una reforma que buscaba distribuir en todo el país las ganancias de fuerte impacto ambiental que reciben sólo las regiones productoras, pero nada pasó y la ley prosperó; ahora las regiones «deben pedir permiso para gastar su propio dinero» el cual, como si fuera poco, se redujo de manera sustancial.
Casi a la par de la lucha perdida por las regalías algunos criollos de la vieja estirpe llevan años en la lucha por la defensa de los recursos naturales, porque se llevaron el dinero pero nos dejaron el desastre, el que genera la exploración, la explotación y además los derrames y otras fallas de la industria que son «muy probables, en el marco de las operaciones» como señalan las compañías.
A estas derrotas sumamos ahora la ley ZIDRES, herencia del expresidente Álvaro Uribe (Ley Urrutia – Lizarralde) que este gobierno adoptó con el fin de implantar los modelos europeos de propiedad feudal, los latifundios de la grandes corporaciones que manejarán a su conveniencia las grandes y productivas tierras que pertenecían a los llaneros, esos mismos que lucharon por libertarnos, esos mismos que se le enfrentaron a la cordillera y a los ejércitos españoles en muy desiguales condiciones, y entonces, ¿qué pasó con esos guerreros aguerridos? ¿Qué pasó con esa raza altiva y bravía? ¿Acaso fueron amansados por los duros golpes de ese estado que sólo mira hacia el llano por sus recursos? para llevárselos, pero no para invertir y compensar todo lo que los llanos le han dado al país en biodiversidad, mineroenergía y en historia.
Tal vez ya no se requiera de grandes batallas y menos aún en esta coyuntura de diálogos de paz y reconciliación, tal vez sólo falta que sentemos las voces de protestas, que elijamos de manera correcta a nuestros dirigentes, pensando en el bien colectivo, pero sin olvidar que la gesta libertadora de Bolívar no se hizo con marchas pacíficas.