En medio de la más grande expectativa, el presidente Juan Manuel Santos, programó en Orocué, la sanción de la ley de las Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social, Zidres, para lo cual invitó a los llamados Cacaos o los nuevos llaneros, como le dicen a los agroindustriales que poco a poco han venido colonizando las extensas sabanas de Casanare y Vichada y a José Graziano da Silva, para la firma de un convenio con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO.
Dos hechos que de por sí son noticia. El primero, por el interés despertado entre las comunidades llaneras, que esperaban que el primer mandatario les diera una audiencia para expresarle sus inquietudes frente a los efectos de la ley de Zidres, que en consideración de la dirigencia regional, solo consigue legalizar la ocupación de miles de hectáreas con proyectos agroindustriales, mientras se persigue a quienes por centurias han trabajado la tierra y preservado sus ecosistemas, amenazándolos con declarar baldíos, los predios que han laborado tradicionalmente en la ganadería.
En síntesis, el Estado central, a través de esta ley, creó unos territorios especiales para la agricultura, la ganadería, la pesca o los desarrollos forestales, alejados de los centros urbanos, con baja densidad de población y limitada infraestructura, es decir Casanare y Vichada, donde los proyectos productivos aprobados en las Zidres, gozarán de una política de incentivos y estímulos, siempre y cuando vinculen como asociados al pequeño o mediano productor. Exacto como lo están haciendo los palmicultores desde hace varios años en varias zonas de Casanare.
El segundo, es el que tiene que ver con la firma de un convenio entre el gobierno nacional y la FAO, que promete el apoyo de ese organismo de las Naciones Unidas, a la paz de Colombia, mediante la cooperación técnica para el desarrollo del campo, especialmente al plan «Colombia Siembra» del Ministerio de Agricultura.
Pero ni uno u otro tema, ocuparon el interés de los medios de comunicación, que sesgaron la información a destacar un hecho, que tiene mucho de una vieja táctica que emplearon los políticos en el inmediato pasado y que se denominó, “Manzanillismo” estrategia que tiene origen en la comedia de Luis Enrique Osorio, titulada El doctor Manzanillo. Un personaje sagaz, inteligente, que suele sacarle el mayor provecho personal, a situaciones que accidentalmente se presentan en el transcurso de un certamen político.
No sé si se pueda calificar de “Manzanillismo” pero el presidente, en plena ceremonia de la firma de la ley Zidres, seguramente notando un ambiente de reclamo entre los empresarios tradicionales del campo, se le ocurrió llamar al gobernador Alirio Barrera y montar un sofisma para distraer a la audiencia en el que involucró al Senador Uribe Vélez; de esa manera evitar dar respuestas a las inquietudes ciudadanas y de paso arrancar aplausos entre los asistentes y lo más valioso, que la prensa nacional, tomó el sofisma, como La Gran Noticia.