En Colombia, uno de los países más violentos y corruptos del mundo se realiza por estos días y por enésima vez otro gran paro nacional como normalmente lo enuncian los directivos sindicales, que en tres días probablemente cumplirá un mes y que ya dejo de ser un paro y se convirtió en otra cosa.
Las motivaciones del mismo siempre serán válidas contra este gobierno, igualmente lo fueron contra los anteriores, a los cuales también les ha tocado su parte de un pueblo que sufre abandono y pobreza.
Aquellos dieron solución a los paros llegando a acuerdos que cínicamente muchas veces incumplieron y la gente cansada desiste de volver a protestar puesto que las afectaciones socio económicas que los paros causan terminan tocando a todos.
Los líderes son cooptados a la política a partir de ser reconocidos, o terminan perseguidos, incluso asesinados por fuerzas dominantes que no quieren ceder parte del poder que han acumulado por décadas de saqueo al presupuesto público o en cualquier negocio y se vuelve por inercia a la resignación endémica propia de las realidades de las naciones latinoamericanas.
Pero este paro tiene la diferencia histórica que se celebra en el medio de una pandemia que en semanas llegara a cien mil personas muertas en el país y más de tres millones en el mundo.
A pesar del fallo jurídico del Tribunal de Cundinamarca, los decretos regionales de restricciones a la movilidad y confinamiento parcial u obligatorio, la gente en montones se ha echado a las calles para gritar a voz en cuello contra los proyectos que favorecen a los amigos de un desconocido personajillo que se encontró la presidencia.
Y en el camino un país sin rumbo claro y dominado por fuerzas de narcotráfico, insurgencia creciente, burocracia parasita, falta de sentido de pertenencia, que conllevan como factores precisos para atizar el caos actual y la desesperanza que empieza a descorazonar a amplios sectores de la población.
Este paro que empezó como una movilización más convocada por las agremiaciones sindicales ha tenido una dinámica totalmente diferente, donde se siente la influencia de otros sectores como los jóvenes aquejados por el desempleo, la falta de cupos educativos y oportunidades en general o la de los transportadores que han apoyado con fuerza los bloqueos a lo largo y ancho de Colombia, cansados de fletes baratos, altos costos de combustibles y peajes leoninos que no garantizan carreteras buenas ni seguras en ninguna región del país o la chatarrizacion que les jubila los camiones en corto tiempo para obligarlos a comprar vehículos nuevos cuando aún tienen deudas del viejo.
Dada la intensidad que ha tenido esta protesta en lo corrido de cuatro semanas se puede sentir la participación de nuevos grupos producto de las dinámicas que ha tenido la sociedad después del descompuesto proceso de paz de Santos y de la diáspora venezolana, especialmente en las grandes ciudades, habiendo tal vez influencia de desmovilizados, venecos y militancia allegada al conflicto interno colombiano.
Esto lo demostrarían los hechos de choques deliberados y permanentes con la policía, la destrucción de bienes privados y públicos, así como la intencionalidad de algunos de llevar el paro hacia una situación indefinida, sin espacios para la negociación, más el no reconocimiento de los dirigentes del comité nacional de paro, mostrando una faceta poco democrática y de beligerancia contra lo institucional.
Algunos podrían decir que más bien la intensidad del paro es producto del despertar por la influencia de las redes sociales y la emocionalidad de miles de jóvenes ante tanta injusticia y promesas falsas en especial del señor que muchos tildan de subpresidente, quien en campaña se dedicó a atraer el voto de los muchachos y a más de uno sedujo para salir siendo un politiquero perverso, que entre tantos yerros quito impuestos a empresarios, a la banca , y los traslado a los productos de consumo de las clase trabajadora en 2019.
Queriendo repetir la dosis de clavar más tributos en 2021 con una economía en crisis. Sin embargo, los fuertes hechos ocurridos durante las protestas en Bogotá, Cali, Popayán, Buenaventura, Bucaramanga y esta noche en Tuluá, entre otros, nos dicen que, si no se dialoga, negocia o ejerce autoridad legítima, pronto podrá ocurrir lo del final famoso cuento de García Márquez, (La idea que me está dando vueltas) más el arrasar de la parca griega para solucionar nuestras grandes diferencias.
Eulises Casadiegos Barrera