Este año ha sido evidente el impacto de un fenómeno de El Niño muy fuerte, aunado al calentamiento global por las altas temperaturas que estamos sintiendo y los eventos climáticos que estamos observando: se queman lo cerros de Bogotá, los caudales del Magdalena y el Meta disminuyen abruptamente, se reportan las temperaturas más altas en diferentes ciudades, se proponen cortes de electricidad por el bajo nivel de los embalses y otras noticias similares. Estos eventos parecen anunciarnos ya no un futuro, sino un presente difícil de afrontar. En ese sentido, nunca antes se había visto tanta gente sintiendo y expresándose frente al cambio climático, ahora celebramos las lluvias, creamos memes burlándonos del calor, y hemos hecho de las fotografías de ríos secos tendencia tanto en Facebook como en twitter.
Desafortunadamente en esta ocasión esto no se trata de una moda o un boom mediático. De acuerdo al análisis realizado por el Instituto Goddard para estudios espaciales de la NASA, el 2015 es el año más caliente que se registra desde el año 1881. La temperatura de toda la tierra ha subido en 1°C[1] , esto puede no sonar muy alto, pero es realmente importante. En la convención de cambio climático de Copenhagen en el 2009 se designó como meta reducir las emisiones de CO2 y otros gases efecto invernadero, para evitar cruzar el límite de 2°C de incremento de temperatura. Apenas 6 años después, ya estamos a mitad de camino de sobrepasarla, y son varios los científicos que opinan que sería prudente reducir la meta de 2° C dadas las catastróficas consecuencias de los presentes extremos climáticos. Más allá de si el límite debería ser 1 o 2° C , todos los expertos concuerdan en que lo más importante es enfocar esfuerzos en la adaptación[2].
En ABC tenemos la inquietud sobre la variabilidad climática desde hace varios años, especialmente sobre la disponibilidad de agua, y resaltamos la necesidad de comprender las dinámicas hidrológicas del territorio con el propósito de plantear estrategias de adaptación. Por esta razón venimos acompañando a Beatriz Ramírez, en su investigación doctoral, particularmente en sus mediciones meteorológicas y de caudales en el municipio de Chámeza. Los datos de lluvia de los últimos meses nos muestran la diferencia que hay entre Yopal y Chámeza. Es claro que la época seca es más fuerte en Yopal, y que en los meses de sequía el agua que viene de las montañas y sus bosques es muy importante para mantener los caudales de los ríos en las partes bajas. Pero ¿qué sucedería si dejara de llover en las partes altas como sucede en el piedemonte? ¿Podría el cambio climático hacer que el verano sea más fuerte en las montañas? Estos datos serán útiles para intentar dar respuesta a estas preguntas y permitirán evaluar las consecuencias que esto puede tener en la disponibilidad de agua en la Orinoquía, en ese sentido pueden ser la base de la formulación de estrategias frente a la adaptación al cambio climático.
Si bien a nivel gubernamental, académico y desde el tercer sector se están liderando estrategias de investigación y propuestas para la adaptación al cambio climático, tod@s podemos aportar desde decisiones y acciones personales a la hora de consumir, producir, educar y comunicar responsablemente frente al reto de adaptarnos a éste planeta que hemos transformado y en el que cada día nuestras vidas se calientan más.